Ciudad del Vaticano – Debía ser uno de los nombramientos más relevantes para la diplomacia vaticana en 2025: la asignación de la nunciatura de Madrid a S.E.R. Mons. Piero Pioppo, actual nuncio de la Santa Sede en Indonesia y ante la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Sin embargo, tras semanas de espera y negociaciones reservadas, el nombre del arzobispo de Savona ha desaparecido del radar. Su nombramiento, de hecho, ha quedado descartado. Ni la Santa Sede ni el Gobierno español han ofrecido explicaciones oficiales, pero el silencio – como suele ocurrir en los pasillos diplomáticos – dice más que mil notas verbales.
La propuesta de Pioppo como sucesor de Bernardito Auza fue presentada por la Santa Sede inmediatamente después del nombramiento de este último como representante ante la Unión Europea. Según fuentes cualificadas, el Gobierno español no habría concedido el “agrément”, bloqueando así el proceso. No es la primera vez que sucede, pero en este caso concreto el nombre propuesto no estaba exento de elementos complejos y saca a la luz un trasfondo sobre el cual merece la pena reflexionar.
¿Quién es el nuncio apostólico en Indonesia?
Monseñor Piero Pioppo, nacido en Savona en 1960 y ordenado sacerdote en 1985, cuenta con una larga carrera en la diplomacia vaticana. Tras sus misiones en Corea y Chile, fue estrecho colaborador del cardenal Angelo Sodano y prelado del IOR en un periodo turbulento, marcado por flujos financieros controvertidos e investigaciones judiciales que afectaron indirectamente al instituto. Su nombre apareció en varias ocasiones – aunque no tuviera ninguna implicación directa, ya que no poseía poderes reales – en los relatos sobre operaciones opacas, entre ellas la famosa cesión de Banca Antonveneta. Y aunque su nombramiento como nuncio en Camerún en 2010 fue interpretado por muchos como un “promoveatur ut amoveatur” por parte del sucesor de Sodano, el cardenal Bertone, Pioppo supo reconstruir una sólida carrera internacional. Sin duda se trata de un hombre afable, muy cercano a la gente, aunque consciente de su rol.
En el plano moral y doctrinal, monseñor Pioppo se sitúa claramente en posiciones conservadoras –una orientación que, quizás, no encuentra especial acogida en el Gobierno de Madrid. La causa precisa del bloqueo sigue sin estar clara: si se trata de reservas relacionadas con su perfil diplomático, de elementos biográficos controvertidos o de valoraciones ligadas al contexto político actual. Lo que sí es cierto es que, meses después del nombramiento de Bernardito Auza a la Unión Europea, la Santa Sede ya ha iniciado la búsqueda de otro candidato para la nunciatura española.
Los entresijos y el análisis
Más allá de las consideraciones políticas, conviene observar que esta candidatura formaba parte de un intento de acercamiento a Roma, favorecido también por el nuevo clima instaurado con la elección de León XIV, que ha reavivado esperanzas en sectores eclesiales marginados desde hace tiempo. Sin embargo, el Santo Padre es muy consciente de que, en esta fase, muchos están tejiendo tramas, tanto desde la derecha como desde la izquierda, con el objetivo de ganarse su favor.
Hay quienes, tras años de marginación, intentan ahora regresar al escenario; hay tradicionalistas que presionan insistentemente para restablecer un Motu Proprio al estilo de Summorum Pontificum; y hay modernistas que escrutan cada palabra del Papa para reivindicar una supuesta continuidad con Francisco. En este clima surrealista, emergen también episodios grotescos: en las últimas horas, en Estados Unidos, circuló la noticia –completamente infundada– de que Bergoglio habría expresado su deseo de ver elegido “un estadounidense y agustino”. Se trata de manipulaciones indignas que revelan una actitud transversal y enferma: la de quienes ven en el Papa no al Sucesor de Pedro, sino a un representante político al que instrumentalizar para sus propios fines.
No sorprende, en este contexto, la lucidez de León XIV, quien en días recientes, conversando con quienes lo visitaron en Castel Gandolfo, dio a entender que no ignora en absoluto estas dinámicas. Sabe bien que quien se le acerca con afán, casi siempre lo hace impulsado por intereses personales o por lógicas de camarilla. El Papa, aunque desea sinceramente la unidad de la Iglesia, no está dispuesto a legitimar “sindicatos de categoría” ni a complacer las hinchadas eclesiales. Y, sobre todo, no es un hombre que se deje manipular. Quienes lo conocen bien saben que Prevost actúa con calma, no porque sea lento, sino porque desea sopesar las decisiones para que realmente sean para el bien de la Iglesia y no fruto de presiones. Por ello, más de uno debería ir haciéndose a la idea.
A Madrid, entonces, Pioppo no irá, pero no se descarta que se le confíen otras responsabilidades al prelado ligur.
d.C.P.
Silere non possum