En el pequeño pero ruidoso mundo tradicionalista desviado, donde cada mañana alguien se despierta preocupado por los encajes, bordados y puntillas, reina en estas horas una agitación inusual. Entre una calumnia dirigida a un sacerdote y las habituales alusiones sexuales, algunos gestores de blogs están protestando porque Google ha decidido cerrar su plataforma.
Silere non possum ya ha hablado en varias ocasiones de estos “psicoblogs”, que hacen mucho ruido en la web y que — paradójicamente — han contribuido durante años a desacreditar el mundo de la Tradición, alejando a muchos fieles que se habían acercado con sincero interés. Se trata de espinas en el costado de la Iglesia, generadores seriales de división, incluso entre el clero. Su obsesión, más allá de las puntillas y los manipulos, tiene un nombre bien preciso: sexo, y en particular, homosexualidad. El sexo — que tal vez añoran — lo ven por todas partes, la homosexualidad — que probablemente los afecta más de lo que admiten — es algo que proyectan únicamente en los demás.
A esto se suma una actitud compulsiva hacia la delación, la difusión de noticias falsas y el ataque sistemático contra cualquiera que no se alinee con su narrativa. Quien desenmascara su juego es invariablemente calumniado, mientras que quien se atreve a criticarlos recibe insultos. Ningún argumento, solo agresividad.
Cuando Silere non possum aclaró que el cierre del blog por parte de Google no se debió a complots ni a “grandes exclusivas incómodas”, sino a la violación de las normas contra el discurso de odio, la respuesta fue: “No hay nada que comentar porque no han dicho nada concreto”.
Pero entonces, recapitulemos los hechos, concretamente:
1. El blog fue cerrado por contenidos homófobos, no por haber defendido la Misa en latín.
2. Las periodistas serias no construyen dossiers anónimos contra cardenales; quien lo hace no es periodista, sino fabricante de veneno.
3. Existen, en el blog, decenas de artículos difamatorios contra sacerdotes, y miles de contenidos denigratorios hacia personas homosexuales, descritas sistemáticamente como “pervertidos”, “afeminados”, “sodomitas”.
A todas estas observaciones, puntualmente reportadas en el video del Director publicado aquí, nadie ha querido responder. Solo indirectas, porque Silere non possum tiene un seguimiento que otros no tienen y por eso hay que defenderse como sea. El problema, evidentemente, no es solo la incapacidad de argumentar, sino una clara dificultad para comprender la lengua italiana. Imaginemos lo que ocurre cuando intentan lidiar con el latín.
La acusación, conviene reiterarlo, es clara: violación de las normas contra el discurso de odio previstas por el reglamento de la plataforma Blogger, propiedad de Google. Nada que ver con la liturgia, los documentos reservados o los fantasmas del poder.
¿Qué dice la Plataforma?
Vayamos al grano. La política de Blogger es explícita: «No se permite incitar al odio. Se configura como incitación al odio en caso de contenidos que promuevan o legitimen la violencia contra un individuo o grupo por motivos relacionados con el grupo étnico, religión, discapacidad, edad, nacionalidad, condición de veterano de guerra, orientación sexual, género, identidad de género u otras características asociadas a discriminación o marginación sistemática; o contenidos cuyo objetivo principal sea fomentar el desprecio hacia dichos individuos o grupos.»
La medida fue adoptada tras la publicación reiterada de contenidos homófobos, entre ellos el uso sistemático de los términos “sodomitas”, “pervertidos”, “afeminados” para referirse a personas homosexuales. Una terminología que no solo no refleja el lenguaje de la Iglesia, sino que alimenta un clima de desprecio y marginación, tergiversando gravemente el Magisterio y contribuyendo a deformar el sentido de la Tradición.
La decisión de Google no fue automática ni arbitraria. Llegó tras numerosos avisos por parte de la plataforma, que ya había ocultado y eliminado otros contenidos problemáticos. En otras palabras: el hosting había advertido varias veces. Y si un hosting tiene reglas, o las respetas, o cambias de plataforma. No hay mucho más que añadir. Quejarse después de haber ignorado las condiciones de servicio es simplemente típico de quien es pasivo-agresivo.
También conviene aclarar un punto sobre el que muchos juegan con ambigüedad: el hecho de no haber recibido querellas no es prueba de corrección. Las explicaciones reales son otras:
1. Nadie presenta una querella porque no eres influyente: nadie te lee, por lo tanto nadie te considera digno de atención.
2. Atacas solo a miembros del clero, que muchas veces no tienen ni el tiempo ni el interés de embarcarse en demandas civiles largas e inútiles. Es más, sus obispos los desalientan a hacerlo, para no alimentar polémicas.
3. Si no te refieres a personas específicas, sino que te limitas a atacar genéricamente a una “categoría”, es difícil que alguien te demande. Las asociaciones no se movilizan por blogs marginales que nadie lee y que no influyen en la opinión pública.
Lo mismo vale para quienes no te mencionan. No es por miedo a una reacción legal (difícil imaginar que alguien tema a empresarios fracasados que pasan su tiempo hablando de puntillas y encajes), sino porque no quieren dar visibilidad a un contenido tóxico, evitando a los lectores sanos la fatiga de tropezar con ciertos delirios. Simplemente, no te consideran. Y no, Silere non possum nunca ha necesitado “publicidad” de estos psicoblogs. Más bien ha sucedido lo contrario: fueron ellos quienes extrajeron ilícitamente contenidos no autorizados, demostrando también en este caso que no saben distinguir entre información y copia y pega.
Pero, como siempre, fingen no entender. Y siguen representando el papel de víctimas perseguidas, cuando la verdad es que nunca aceptaron las reglas del juego, ni las de la civilidad, ni mucho menos las de la caridad cristiana.
Ningún vínculo con la Misa en latín
Debe subrayarse un punto no menor: los responsables de estos blogs operan en total anonimato. Y no estamos hablando de clérigos que deban guardar silencio por temor a represalias en un contexto eclesial donde la libertad de expresión es, demasiado a menudo, una utopía. No: se trata de laicos, que eligen el anonimato por motivos muy distintos — y ciertamente menos nobles. Estos escribientes sin rostro, que ahora claman por censura, no son víctimas de la libertad de expresión negada, sino artífices de un lenguaje tóxico y denigrante. Y no, no es libertad de expresión llamar “sodomitas” a las personas. Es simplemente odio disfrazado de ortodoxia. Como hemos explicado muchas veces, en realidad, estas personas ni siquiera saben quién es Jesucristo, pero están muy convencidas de su orientación política.
Y evitemos, por favor, la hipocresía de creerse en lo cierto solo porque algún joven ambiguo, casado y descentrado nos defiende en las redes sociales. El hecho de que por la mañana ataque ciertos ambientes y por la noche los frecuente a espaldas de su esposa no legitima nada. Al contrario, nos hace aún más ridículos — y más alejados de la verdad que pretendemos defender.
La postura de la Iglesia
Contrariamente a lo afirmado o insinuado por estos psicoblogs, el Catecismo de la Iglesia Católica no legitima el uso de expresiones discriminatorias.
En el n. 2358 se lee: «Respecto a ellas [las personas homosexuales] se evitará todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición».
En el texto catequético no aparece ningún uso del término “sodomía” en relación con personas homosexuales. Varias veces, Juan Pablo II, Benedicto XVI, el Papa Francisco y hoy León XIV han llamado a la comunidad eclesial a la caridad, al respeto, a la prudencia pastoral. Nunca al desprecio.
El falso problema de la libertad de expresión
En el clásico clima del ambiente italiano, se ha activado la habitual red de los “amigos de los amigos”. Algunos defensores del blog eliminado por Google hablan de una supuesta violación de la libertad de expresión. Pero conviene aclarar un punto esencial: el discurso de odio no está protegido por ninguna norma democrática, mucho menos en el contexto de las plataformas digitales.
La crítica, incluso severa, es legítima. Pero lo es solo cuando respeta la dignidad de las personas y no recurre a un lenguaje degradante, estereotipado o violento.
Para entendernos: llamar “analfabeta” a una persona que desde hace años presta servicio en la Santa Sede sin lograr publicar un texto sin errores gramaticales, no es un insulto. Es una constatación, una observación objetiva.
Pero llamar a alguien “sodomita” o “pervertido” por considerarlo presuntamente homosexual, sí es un insulto. Y no se trata de matices retóricos, sino de la diferencia entre juicio y desprecio, entre crítica y violencia verbal. Y aquí volvemos al verdadero problema: la incapacidad de ciertos sectores de comprender el idioma italiano. Razón suficiente, quizás, para pensar que ciertos sujetos no deberían tener acceso a un instrumento público como un blog. Porque antes de hablar de Tradición, Iglesia, cultura o fe, habría que al menos saber distinguir entre palabras e insultos.
Un llamado a la responsabilidad
En un tiempo en el que la comunicación digital es utilizada con frecuencia como vehículo de deslegitimación y odio, esta decisión representa un necesario llamado a la responsabilidad. La defensa de la doctrina nunca puede justificar la ofensa a la persona. Para decirlo con las palabras de León XIV: "Desarmemos la comunicación de cualquier prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad. No sirve una comunicación estridente, de fuerza, sino más bien una comunicación capaz de escucha, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la tierra. Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una mirada distinta sobre el mundo y actuar de modo coherente con nuestra dignidad humana"
d.V.P.
Silere non possum